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Transición hacia la dieta macrobiótica tradicional

El cambio es una regla en este mundo. Todo cambia. Nuestras mentes son impacientes y quieren cambios rápidos. Esa impaciencia en muchas ocasiones es el principal obstáculo para que los cambios se produzcan. Una paradoja ¿no es así? El deseo de cambiar impide el cambio porque no nos deja dar cada paso a su debido tiempo, nos desesperamos y volvemos a nuestros antiguos hábitos.

Los cambios suceden pero estos son normalmente progresivos. Es raro pasar de un punto A a un punto B en una semana. La mayoría de los cambios en nuestra conducta suceden de forma gradual, casi sin notarlos, al igual que una madre no advierte lo mucho que ha crecido su hijo en los pasados meses.

El cambio a una dieta macrobiotica, o para ser más exactos, a un estilo de vida macrobiótico, también está sujeto a esta regla: Todo cambia… la mayoría de las cosas de forma gradual. En esta entrada me gustaría facilitar el cometido a aquellos que estén pensando probar con la macrobiótica. La autora Montse Bradford, nos aconseja las siguientes acciones para facilitar el paso de una dieta convencional a una dieta macrobiótica:

  1. Reduce el consumo de embutidos y carnes rojas (cerdo, vaca, buey, ternera, cordero y huevos). Utiliza sólo carne blanca (aves)

    En macrobiótica reduce el consumo de embutidos
    Reduce el consumo de embutidos para una dieta macrobiótica más equilibrada
  2. Incrementa el consumo de toda clase de pescado, especialmente el rojo y el azul, así como el de textura densa, como el emperador. Si utilizas pescado blanco, prepáralo de forma sabrosa
  3. Reduce el consumo de lácteos, sobre todo quesos densos, salados, secos y curados
  4. Aprende a generar energía y efectos parecidos (calor interior, densidad, vitalidad, fuerza, etc.) con alimentos vegetales
  5. Descubre la variedad de proteínas vegetales (seitán, tofu, tempeh). Con estas proteínas podemos confeccionar sabrosos platos caseros en todas las etapas de la vida
  6. Redescubre los cereales integrales para tener el aporte de densidad, calor interior y estabilidad que necesitas
  7. Reduce el consumo de carbohidratos vacíos (patatas, pasta refinada, pan blanco, etc.) y da preferencia a los cereales integrales (arroz, cebada, mijo, quinoa, pasta integral); especialmente a los cereales en grano, ya que al haber consumido carne y carbohidratos vacíos al principio no nos apatecerán cereales con textura densa y pesada
  8. Evita por completo las carnes rojas y los lácteos densos. Reduce las aves
  9. Descubre las múltiples formas que existen de cocinar verduras, para no reducirlo todo a la típica ensalada o a las verduras al vapor. Haz suculentos salteados de verduras, estofados, fritos y rebozados de verduras, así como hortalizas al horno, en papillote, con salsas originales y guarniciones nutritivas
  10. Incrementa el consumo de frutos secos y come a diario toda clase de semillas (sésamo, calabaza y girasol)
  11. Evita por completo todos los productos lácteos (incluyendo la leche, la mantequilla y la margarina, la nata, los quesos blandos y requesones, etc.)
  12. Haz patés de consistencia seca y tendencia ligeramente salada con pescado, legumbres, tofu, tempeh…
  13. Obsérvate emocionalmente para conocer qué es lo que deseas realmente y de dónde proviene su carencia, es decir, si es a nivel físico, emocional o mental
Para finalizar, Montse  nos aconseja respetar nuestra propia individualidad, algo que te hace sentir bien estés en el punto que estés. Ese bienestar es un buen punto desde el que comenzar cualquier viaje. Dice así: “Cada individuo es único y tendrá una velocidad propia para hacer el cambio. Por ello, solamente debemos mirar hacia adelante en nuestro camino por la vida sin compararnos, juzgar, ni mirar qué hacen los demás”.
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