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Gachas para la ola de frío

Si hubo una cosa en común entre todos los pacientes rusos que tuve en Sha, esta fue el conocimiento del trigo sarraceno.
 
¿Del queeeé?
 
Sí, sí, del trigo sarraceno, un cereal desconocido para los que hemos vivido siempre rodeados de la cultura mediterránea. Un cereal que mis pacientes rusos solían desayunar de pequeños. Las gachas de trigo sarraceno, un guiño a la forma de comer macrobiótica.
 
Una de las formas de preparar gachas de trigo sarraceno es la que os muestro a continuación, venida del libro The Good Morning Macrobiotic Breakfast Book.
 
La receta original se prepara sólo con agua y, al servir, se adereza con cebollino. En esta ocasión he querido darle un toque dulce, y es por ello que añado la leche de soja y las pasas.
 
Este es el vídeo y a continuación los detalles.
 

Para la receta he utilizado:
 
1/2 taza de trigo sarraceno
5 x 1/2 taza de agua (625 ml)
Pizca de sal (1 ml)
1 taza de leche de soja (250 ml)
Pasas, 40 g
Melaza de arroz, una cucharadita
 
Tendrás para 2 raciones.
 
Con esta receta compensarás los efectos del frío, pues el trigo sarraceno es un cereal que tiene la capacidad de calentar más que otros.
 

NOTAS
[1] Kushi, A. y Esko, W. (1991). The Good Morning Macrobiotic Breakfast Book. New York: Avery Publishing Group Inc. P. 73.
 
 
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Recordando a Michio 2020

Durante este año, con la llegada de la Covid-19, un pasaje relacionado con Michio Kushi me ha venido a la mente en repetidas ocasiones. Lo narra Bill Tara [1] y dice así:
 
Aveline me llamó una vez en Boston y me preguntó si podía llevar a Michio en coche para un viaje de camping. Estaba asombrado de oír en la misma frase las palabras “Michio” y “Camping”.
 
Resulta que dos estudiantes estaban preocupadas acerca del hecho de que Michio estaba trabajando muy duro y querían llevarlo  para un fin de semana en el campo. Michio, a regañadientes, accedió si yo acudía y era el conductor (ese era uno de mis trabajos en aquellos días). Acepté. 
 
Conseguí sacos de dormir y una tienda de campaña, solo por si acaso, y también todo el equipamiento de camping, y fui a recoger a los campistas. Michio se presentó con un traje de tres piezas, sin corbata (el look casual) ¡y llevaba un par de deportivos nuevos de color blanco-nieve! Las chicas aparecieron con bolas de arroz para un mes.
 
Conduje la mayor parte del primer día hacia el norte, intentando esquivar la lluvia y acabar en Maine. Michio vio su primer alce (¿Qué es eso?) y pasó la noche durmiendo en un saco de dormir con el traje cuidadosamente plegado encima de una roca, deportivos encima.
 
Al día siguiente estábamos conduciendo con un viento tempestuoso que provenía de la costa. Las chicas intentaban, lo mejor que podían, sacar a Michio del coche y llevarlo a conocer la espuma del mar y la belleza salvaje; él, respetuosamente, dijo que miraría desde el coche. Yo me uní a las chicas y volví tras una hora para comprobar cómo estaba. Él estaba durmiendo e intenté, sin éxito, entrar y no despertarlo.
 
Michio abrió sus ojos y dijo, “¡Qué sueño más extraño!”.
 
“¿De qué trataba?” pregunté.
 
Su expresión era muy seria, “He soñado que conocía a un hombre, el cual estaba enfermo y su enfermedad era muy rara. Nadie había visto antes unos síntomas tan raros; cambiaban constantemente. Por mucho que lo intentase, no encontraba ninguna cura”.
 
“¿Qué crees que significa?”.
 
“Significa que debo estudiar más” dijo, y los dos empezamos a reír, “Es un sueño sobre enfermedades”.
 
“¿Podemos ir a la ciudad y tomar un café?”.
 
A Michio le gustaban mucho los sueños. También tenía un gran sentido del humor.
 
Nunca he conocido a una persona que estuviese más centrado en su visión que Michio. Su dedicación fue incondicional, a veces miope, pero siempre yendo hacia delante. Su mente estaba constantemente en movimiento y enfocada en cómo podía expresar mejor la filosofía macrobiótica y demostrar su aplicación práctica. 
 
 
Para el próximo año el mundo necesitará muchas curas, busquémoslas como lo hacía Michio en su sueño. No solamente necesitaremos la cura para la Covid-19, sino para todo lo negativo que nos traerá aparejado (recesión económica, cambios de trabajo, restricciones sociales, etc.).  Tomemos ejemplo y estemos enfocados en nuestra visión, sea la que sea, si es para mejorar el mundo.
 

NOTAS
[1] Esko, E. y Jack, A. (2015). Remembering Michio. Beckect, Mass: Kushi Institute. Pp. 250-252.
 
 
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Caldo de pescado

Cualquier sopa que hagas te agradecerá que uses caldo en vez de agua.
 
Es muy difícil que una sopa preparada con caldo te salga mala. Irá especialmente bien para las personas de condición delicada, que necesitan más fuerza venida de la comida. Compensará un clima frío y, en general, gustará a todos más.
 
En macrobiótica puedes hacer caldos de muy diversos tipos: de verduras, de cereales, de algas, de verduras secas, de pescado, incluso de pollo.
 
Un caldo de pescado se elabora del siguiente modo.

He utilizado una cabeza de corvina. Puedes utilizar otro tipo de pescado, y otras partes. No te recomiendo salmón porque el olor que deja no es agradable.
 
El sabor es suave, no te confundas, no es una sopa. No le añadas sal, ni verduras ni suficiente pescado como para convertirlo en una sopa que guste. Es un caldo muy suave con el sabor al pescado de fondo. Recuerda, se usa en vez de agua para la preparación de sopas, aunque, en algunas ocasiones, los caldos pueden tomarse a modo de té como remedio macrobiótico.
 

NOTAS
[1] Ohsawa, L. (1974). The Art of Just Cooking. Isshiki, Japan: Autumn Press, Inc. P. 136.
 
 
 
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El hilo conector

Empecé con la macrobiótica por la sensación de unidad que me proporcionaba. 
 
Tras una sopa, un cuenco de arroz integral y unas verduras salteadas, sentía una paz especial. Esa paz podríamos explicarla desde muy diversas perspectivas, el caso es que hasta que no comí de esa manera, no la experimenté con tal intensidad. 
 
Esa misma paz es la que está detrás de recuperaciones milagrosas, ayudadas por una dieta de corte macrobiótico. Es la misma paz que mejora el estado de ánimo, que devuelve la claridad mental o el sentido de dirección en la vida. 
 
Esa paz es la experiencia subjetiva y personal de un fenómeno a gran escala: el orden del universo.
 
Si pensamos en cualquier animal, es fácil deducir que en su hábitat natural se sentirá mejor.
 
Si pensamos en nosotros, los seres humanos, la cosa es algo más complicada, ¿o acaso no ha sido natural llegar hasta la era tecnológica?
 
No tenemos por qué negar nuestra capacidad de independizarnos de la naturaleza, pero hacerlo de forma permanente y sistemática empeorará nuestra experiencia a largo plazo. Nunca dejamos de ser naturaleza. Debemos de mantener un hilo que nos conecte con ese orden.
 
Ese hilo, por qué no, podría ser lo que comes.
 
 
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Gachas de copos de avena

Una de mis primeras incursiones en la comida saludable fueron los copos de avena. 
 
La dieta sana tiene mucho de anglosajón. Aunque nuestros nutricionistas ya eran conscientes de la relación dieta-salud, las fuentes de información anglosajonas tenían más eco. Fue así como me llegó la recomendación de tomar copos de avena. 
 
En el mundo anglosajón, con otro clima,  la avena es común y saben cómo comerla. 
 
En el mundo lantino, más cálido, no sabemos mucho de avena. Tendría unos 14 años, compré una bolsa de copos y los tomé con leche para desayunar. Eran difíciles de comer, secos, como comer papel gordo. Pero mi afán de comer saludable hizo que me mantuviese en mi práctica. 
 
Muchos años después me doy cuenta de mi imprudencia. Los copos hay que cocinarlos o, al menos, ponerlos a remojo durante la noche. 
 
Para comer unas gachas de avena en condiciones, y evitar así la experiencia de comer-papel-gordo, puedes seguir las instrucciones del vídeo. Es lo básico, lo que no debes ignorar. 
 

 
La receta del vídeo es la receta básica: copos, agua y sal. Puedes enriquecerla añadiendo bebida vegetal casi al final de la cocción. Puedes añadir dátiles, uvas pasas o ciruelas pasas, canela, anís u otras especias que te gusten. Puedes acompañar las gachas con unos frutos secos y un poco de fruta fresca, como en la imagen final del vídeo. Puedes endulzarla con melaza de arroz o de cebada, incluso añadirle crema de almendras para quien necesite más calorías. Con media taza (125 ml) tendrás suficiente para 1 ración. 
 
Los copos de avena nos ofrecen una forma sencilla, más rápida, de tener gachas para desayunar. 
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